domingo, 24 de enero de 2010

El aire es puro, el mar es azul, la tierra es fértil...


La intensa explotación de nuestros recursos marinos, pesca intensiva de todas las especies realizada por modernos barcos, que se tranforman en harinas para alimentar las salmoneras del Sur, ha tenido como consecuencia la desaparición de la pesca artesanal. Sólo queda la triste posibilidad de intentar capturar algunos especímenes desde la playa con inciertos resultados. Este pescador repara su red que extenderá desde la playa durante la noche pero la pesca no será suficiente como para la gran mayoría de los habitantes de Quidico que deberán emigrar a otras regiones para buscar trabajo. La imagen me recuerda la frase de un amigo que repetía bromeando entre irónico y amargado: "El aire es puro, el mar es azul, la tierra es fértil,...pero el problema quizás seamos nosotros."En este "nosotros" habría que entender la manera como la sociedad actual hace desaparecer la flora y la fauna nativa para preferir la producción intensiva que partirá a la exportación. Las ansias del lucro de unos pocos nos condena a la destrucción sistemática del entorno natural de toda una nación. Es lo que dejaremos a nuestros hijos.

sábado, 23 de enero de 2010

Liquiñe y las represas de SN Power


Las acuarelas de Quidico.



Vuelvo a Quidico cuando la mañana se anuncia tras las colinas. Las brumas se cobijan aún entre las casas y la luminosidad invade la enorme playa que se convierte en una vibrante y traslúcida paleta de colores. Del aletargado pueblo nada se escucha porque el mar juega con la luz y con el rumor acompasado del agua. El ritual de la vuelta al territorio (como lo describía el filósofo Deleuze) es una cantinela o un estribillo. Para mí es un paseo por la playa. Pero en realidad me doy cuenta que esa caminata se acompaña siempre de esa musicalidad de las olas.
"Aguas solas" sería el nombre del lugar en mapudungún. La melodía que emerge de esas aguas es como un canto, un ruego a los hombres para que sepamos respetar y proteger las acuarelas de su música.

sábado, 16 de enero de 2010

Canción al puerto que amarra como el hambre.


El restaurant estaba casi vacío en aquel principio del verano. Los mozos iban y venían indiferentes mientras que los cantantes repetían por la énésima vez el estribillo a los parroquianos somnolientos y a una pareja de turistas que, en la mesa del lado, poco comprendía el idioma y lo representaba aquel vals popular. Dos cantantes payaseaban mimando la canción y un viejito de negro medio ciego que punteaba virtuosamente una vieja guitarra "apastillada" con un micrófono estridente. Pero la magia estaba allí, la armonía también. Y aquel canto a Valparaíso parecía un extraño lamento escondido detrás esa falsa algazara, de ese estridente regocijo. De pronto la canción me pareció profundamente triste y desesperada: "..pero este puerto que amarra como el hambre, no se puede vivir sin conocerlo..." entonaban riendo los artistas.
Y pensé entonces en todos los puertos, en todas las caletas y las playas y los acantilados del Sur, que se dejan atrás pero que nos amarran tal como aquel puerto irreal de la canción, puerto de quimeras y de sueños que los viajeros del mundo entero esperan algún día venir a conocer y que nosotros preferimos ignorar.
Pagué y me fui.

lunes, 11 de enero de 2010

La playa desierta de Quidico: aterrizaje viento de frente.


Aprovechando la ausencia de las ruidosas motos y de otros vehículos a motor que destruyen la playa y los médanos, el piloto aterriza frente al mar bajo el rumor persistente de las olas. Sólo las gaviotas asisten impávidas y presumidas a la llegada del volátil de cuerdas y de tela, y se alejan engreídas dejando a su paso sobre la arena la trípode marca de sus huellas. La tarde se escurre más allá de la Isla Mocha y el sol hace bordados de espuma y encajes en el filo de las olas. Dos o tres niños se detienen a mirar un instante desde el camino, curiosos, y luego se alejan hacia el pueblo sin comprender el mágico momento que el piloto pretende guardar para siempre en su memoria: haber volado en Quidico.