jueves, 26 de febrero de 2009

La flor roja encaramada y la serpiente verde


Atrás queda el ruido de las olas cuando emprendo el camino que bordea las vegas y los meandros. Las vertientes se precipitan borbollando a mi encuentro y se escurren entre el follaje. Adivino las plantas medicinales, el boldo, la mentapoleo y siento palpitar sus aromas infinitos. La tierra también huele, a tierra, a madera. A lo lejos los perros de una casa escondida escuchan mi paso y me señalan a los pájaros. Una flor escarlata y solitaria me observa desde lo alto encaramada en sus verdes lianas de Caicai.

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