Cuando los ruidos de la madrugada recién empiezan me dejo llevar por los murmullos de las olas y las alertas de los gallos que reemplazan a los perros que, cansados de responderse entre ellos, se retiran a dormir. Las casas se tiñen de tonos anaranjados y las nubes doradas y rosas parecen inmóviles, suspendidas en la brillante horizontalidad de fuego que anuncia el día. Hace frío y me acomodo el gorro de lana para protegerme de la brisa marina. El aroma de pan caliente y de madera encendida me indican la senda de un desayuno que me espera, tibio y reconfortante, entre sorbos de mate dulce, charla amena y menta de humedales.
domingo, 22 de marzo de 2009
El alba que se viste de rojo.
Cuando los ruidos de la madrugada recién empiezan me dejo llevar por los murmullos de las olas y las alertas de los gallos que reemplazan a los perros que, cansados de responderse entre ellos, se retiran a dormir. Las casas se tiñen de tonos anaranjados y las nubes doradas y rosas parecen inmóviles, suspendidas en la brillante horizontalidad de fuego que anuncia el día. Hace frío y me acomodo el gorro de lana para protegerme de la brisa marina. El aroma de pan caliente y de madera encendida me indican la senda de un desayuno que me espera, tibio y reconfortante, entre sorbos de mate dulce, charla amena y menta de humedales.
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